Es cierto que todos los seres humanos venimos a este mundo con un temperamento determinado. De esta manera empezamos a caminar por la vida y a interactuar con las circunstancias y las personas. Así aprendemos distintas formas de comportamientos. Algunas son buenas y beneficiosas para nosotros y nuestro entorno y otras son perjudiciales. Pero no solo nos afecta y afectamos con nuestro comportamiento visible sino que nuestra conducta va más allá de lo que se ve. Nuestros pensamientos, emociones y sentimientos juegan un papel fundamental en nuestra forma de interactuar con las circunstancias. A medida que vamos relacionándonos con los demás (familia, amigos, maestros...) social, emocional y culturalmente, vamos incorporando dentro de nosotros nuestra caracteristica y singular forma de pensar, sentir y actuar. Esto va a hacer que nos comportemos de una forma determinada ante distintas situaciones. Nuestra genética juega aquí un papel muy importante igual que nuestra historia personal pues la forma como aprendemos está determinada por esto. Por eso cada persona reacciona de manera diferente en situaciones similares o idénticas. La terapia cognitivo-conductual se centra precisamente en esto, en como aprendemos y reaccionamos. Profundiza en los principios del aprendizaje que nos hacen actuar de manera positiva o perjudicial. A lo largo de nuestra vida algunos de estos aprendizajes nos van a hacer sentir bien y realizados con nosotros mismos y con los demás y nos van a ayudar a alcanzar nuestras metas. Sin embargo otros nos van a dañar en nuestras emociones, sentimientos, relaciones e incluso en nuestra salud física. Aquí es donde la terapia cognitivo-conductual juega un papel muy importante porque nos ayudará a diferenciar los aprendizajes (tanto conscientes como inconscientes) que nos perjudican y poder reemplazarlos por pensamientos y conductas sanas que nos traigan bienestar emocional.